Enseguida, nada más nacer, llegados del fondo de la ausencia, necesitamos algo que nos mire. A este algo que surge en la oscuridad, en el abandono, en el vacío, en el hambre, en la noche, en la soledad, lo llamamos “una imagen”.
Pascal Quignard
¿Cuánto pesa una fuerza en reposo? ¿Qué nivel de apertura puede tener un color? ¿Es posible pintar algo que aún no comprendo? Pintar es estar en la pregunta, es habitar ese no saber, y mediante el tanteo de la intuición dar una forma matérica a eso que me interpela.
El dibujo, dice Balthus, “traduce algo que viene del interior de una, y que va al encuentro con lo real. Ayuda a leer la estructura profunda de las cosas”. Entiendo que aquello que quiero pintar es la traducción de esas fuerzas, afectos o estados emocionales que se me presentan en el cotidiano o en los sueños, creando una imagen que los represente, una pintura que les de un cuerpo.
El deseo aparece en la certeza de ir tras eso que escapa a la definición, que no sé muy bien qué es ni para qué. Es insistir por eso que pulsa, que ritma.
Esta serie de óleos están relacionados con el misterio. Las pinturas permanecen adheridas a la insinuación, al instante previo, a lo que está por suceder. Habitan aquello que sólo se puede evocar o decir a través de lo incierto.